sábado, 25 de junio de 2022

Crónica de una madrugada.

De Pavas a Cali 

El arrullo de la lluvia sobre el tejado, me recuerda que debo coger camino esta fría madrugada, con el barro y la niebla como cómplices. En el parque del pueblo, el policía de guardia, disfruta de la paz de este rinconcito de Colombia, solo alterado por los ladridos de los perros callejeros, quienes bostezan y siguen durmiendo en los andenes, o por los roncos graznidos de las pavas, levanto la vista buscándolas entre las ramas y me encuentro con destellos del infinito que se filtran por entre el follaje del frondoso samán.

Más allá, por encima de los tejados, un lucero se hunde en los territorios de Ocache y un sutil manto de luz empieza a colmarlo todo, la niebla colapsa ante la tenue claridad y el rocío nos brinda la frescura de un nuevo amanecer.

Llega el bus que nos llevará a la ciudad, lo abordamos en silencio, saludamos a Diego el motorista, quien entre un hábil manejo de cambios, asciende por la pared que nos conducirá a La Cumbre; pasamos por empinadas calles de casas multicolores con fachadas de tabla, para luego cruzar la carrilera y seguir subiendo, disfrutando del paisaje que nos brinda este precioso vallecito interandino, sumergido en un colchón de reluciente niebla, cercado por montañas azules y bosques colmados de una deliciosa frescura que nos embriaga de aire puro. Llegando a la parte más alta, a través de la niebla, se alcanzan a percibir cientos de eucaliptos que se mecen violentamente con el choque de las corrientes que ascienden por ambos lados de la cordillera.

Al inicio del descenso, se observan las vertientes que dan origen al cañón del río Yumbo, bordadas de lucecitas que delatan las carreteras inter veredales de Santa Inés y convergen con el inicio de la inclinada carretera que bordea el río, rodeado de un bosque seco, colmado de maguey con sus altas espigas florecidas, y bandadas de garzas volando río arriba en busca de la frescura de las tierras más altas; en su descenso más pronunciado, el amanecer ha delineado la majestuosidad de las montañas, y al fondo por entre la silueta del boquerón, se insinúa el valle del río Cauca.

La pendiente disminuye, cruzamos el territorio del cacique Jacinto para luego incorporarnos al bullicioso y contaminado río mecánico que nos conducirá a la capital del Valle del Cauca.

Autor: Jorge Iván Fernández González.

Imagen propia tomada en La Cumbre, Valle del Cauca..


 



 

2 comentarios:

  1. Quedó la fotografía: del frío que no cala los huesos; del efecto tamiz de los rayos cósmicos...

    ResponderEliminar